sábado, 1 de noviembre de 2008

¡Esto no es un cuento, ocurrió conmigo!

Hay muchas cosas que escuchamos y no creemos en su veracidad, algunas pueden provocar sonrisas, otras lágrimas, dudas, cambios y hasta mismo la indiferencia, pero una cosa puedo asegurarte, las historias son reales apenas para aquellos que las viven. ¡ todo lo que te digo hoy es verdad! De hecho ocurrió en el ultimo año, me perdones si no te cuento todo, es que fueron momentos tan terribles que las palabras no salen con la seguridad de una canción o como un chiste.

Después de tanto trabajo podríamos descansar, habíamos arreglado la casa, que estaba sin moradores por dos meses, esta era muy chiquita, con un baño, dos habitaciones, y la cocina, todo muy sencillo, así como las personas de la ciudad. Pero para nosotros no habia problema o dificultad, pues nos quedaríamos allá solamente por tres meses. Cuando mirábamos por la ventana solamente veíamos los árboles, no teníamos vecinos, todo era muy lejano de allá. Lo único que realmente era increíble en aquella casa era la cancha de fútbol.

Eran casi las 11.30 de la noche, que estaba muy tranquila, ya habíamos cenado y charlábamos acerca del día, de las cosas que habíamos aprendido, y los cambios necesarios en el trabajo, enfín hacíamos proyectos, y aprovechábamos el fín del día hasta que nos quedáramos dormidas. Cuando Juana entra en la casa y habla:

-Victor, ven aquí. Ninguna resposta, sólo el sonido de su sueño.

-Victor, ven aquí. Ninguna resposta. No comprendíamos el motivo de tamaña urgencia.

-Victor, ¡Hay un hombre en la cancha! En este momento las palabras empezaron a hacer diferencia, qué ocurria, qué hacer. Para dónde podríamos ir. Él se despertó en el mismo momento, muy apresurado, fue hasta la cancha pero no había nada. Ya muy asustadas intentábamos impedirlo de proseguir en su búsqueda. Lo único que pensamos era en cerrar toda la casa, pero esta era muy débil, no estábamos seguros.

-Juana, ¿a final, qué ocurrió?

-Yo estaba en la cancha, colgando mis ropas, cuando vi a un hombre muy cerca de mí, llebaba una ropa naranja. Entonces empiezé a mirarlo, decidí sair de allá sin dejar de mirarlo, me afasté, pero sí estaba allí con unos ojos muy raros.

Por unos momentos, creíamos que ella no había visto muy bien, quizás se equivocaba. Fue cuando el perro ladró con mucha fuerza, nos alarmamos pues Cleonice (nuestra perra) no ladraba nunca. Miramos por la ventana, pero nada se veía. Hasta que la luz de la linterna apuntó para la mano del hombre, que se movia para arriba y para bajo. No habia ningún señal de miedo en él, en qué pensaba, qué pretendia con nosotros. Si fuera un ladrón se escondería, porqué deseaba que lo miráramos. Es un psicópata, dice Juana. El pánico nos domina, no teníamos para donde correr, estabamos presos en nuestro hogar, fue cuando decidimos llamar a la policía por teléfono.

- Señor, ¿Hay un hombre en la cancha! Nos ayude por favor. Por más que le habláramos, él no nos creyó. Y mientras eso, el hombre sumió.

-¿Dónde está? ¿Alguién lo ve? Corríamos de un lado a otro en la habitación, pero no se veia nada. Hasta que oímos alguién decir: ¡abran la puerta! Qué, abrir la puerta, de ninguna manera.

-¿Quién eres? ¿Llamaré a la policía!

- Somos la policía.

- ¿Cómo podemos creer en ustedes? Ninguna resposta, nos quedamos sin saber qué hacer, no veíamos más al hombre, tampoco a los policías.

- El volverá, es un psicópata. Esto era lo único que Juana hablaba. Nadie más lograba ver al hombre, la duda aumentaba a cada momento. Fue cuando empezamos a preguntarnos si todo aquello era real o nuestra imaginación. Pero ¿cómo creer en fantasía si todos habíamos visto y vivido el momento? Hasta hoy nadie encontró una pista que nos lleve a la verdad. Lo único que reconocemos como verdad es el miedo vivido en aquellos treinta minutos en Luque, ciudad Paraguaya.

¿Qué distingue un cuento de la readidad? Esta es la pregunta que hago desde aquel día.

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